Este es el lema que yo escogí para celebrar mis 25 años de vida consagrada en nuestra
Congregación. Con alegría y gratitud, agradezco a Dios Uno y Trino por su llamada
a la vocación religiosa misionera para ser su colaboradora en la misión. También muy en
especial el agradecimiento a mi familia que ha sido el pilar fundamental que sostiene mi
fe en la vida cristiana, y que me brindaron la confianza y libertad para elegir el camino de
vida y a muchas otras personas que forman parte de mi vocación hasta el día de hoy y siguen apoyándome con su oración y sacrificio, por todo esto MUCHAS GRACIAS por el regalo de Dios.
GRACIAS por Su fidelidad que ha venido atravesando diferentes momentos en estos 25 años de mi
entrega. En medio de cada situación, estoy consciente que no estoy sola en la vida que elegí, ni siempre es de color de rosa. Hay momentos de alegrías, tristezas, inseguridades y certezas en los que una se pierde en el camino, pero Dios siempre dispone personas que, con su amor y cariño, me acompañan y me apoyan, y sobre todo es un camino de llamadas constantes a vivir plenamente a la manera de Jesús, creyendo que solo desde el amor en lo pequeño, sencillo y lo cotidiano de cada día es posible la alegría de vivir el seguimiento de Jesús.
Los 25 años han pasado volando y no los cambiaría por nada. He aprendido muchas cosas a lo largo de estos años, pero lo que he aprendido bien es la fidelidad de Dios en mi vida y vocación. Solo pido a Dios que me llene de profunda gratitud y me regale el don de la perseverancia en mi vocación hasta final.
Al terminar mi breve reflexión no me olvido de nombrar a cada hermana de nuestra Región, todas son importantes y forman parte de mi
vocación. Dios las ha puesto en mi camino como compañeras en la misión. Muchas gracias por vuestra oración y apoyo, especialmente vuestras oraciones que me han acompañado en las celebraciones tanto en Indonesia como aquí en Ponferrada. Solo Dios sabe vuestras necesidades y en sus manos también están escritos vuestros nombres.